miércoles, 27 de febrero de 2008

A comer uvas

A todos esos gilipollas que me han mentido, que me han timado, que se han aprovechado de mí de una u otra manera, explotando el hecho de que soy tan inocente como dicen mi familia y mis amigos o tan idiota como digo yo, que me creo todo lo que me dicen, por increíble que sea, hoy los mando a todos a comer uvas.

Cuando me doy cuenta de cómo me han timado y de cómo no supe darme cuenta a tiempo, lloro, me siento culpable, me siento fatal. Me da ansiedad, me siento violenta y tonta.

Es posible ineptos mentecatos que hayáis sacado algún beneficio momentáneo, pero también es cierto que perdisteis bien una buena cliente, bien una buena compañera y a veces hasta una buena amiga. Así que si yo perdí, más perdisteis vosotros.

Nunca supe enfrentarme, nunca os dije lo que debía haberos dicho. Pero hoy sí.

Hoy os mando a tomar viento, que os den estúpidos mequetrefes, simplones lerdos, necios y atontados, ignotos fantoches, torpes mamarrachos, sandios farsantes, bribones cretinos, ilusorios charlatanes, memos botarates. Porque que a mí ya nunca más me vais a hacer llorar.

Y con esto espero que Raquel no me ponga siete ceros.

viernes, 8 de febrero de 2008

Ése es mi hijo


Ayer me acerqué a mi hijo y colocando mi mano en su cara le dije:


- Sonríe. Lo tienes todo: eres inteligente, guapo, buen chico, trabajador, vas a conseguir tu sueño de estudiar en Japón…
- Me falta una cosa – dijo interrumpiendo mi perorata
- ¿Qué? – pregunté yo
- Me falta una madre feliz.


Me fundí con él en un profundo abrazo que no olvidaré mientras viva.

martes, 5 de febrero de 2008

Las tres rosas rojas


Lleno estaba el camino de margaritas, claveles, rododendros, jazmines y otras flores y plantas silvestres. En uno de los recovecos del camino florecían como por ensalmo tres rosas encarnadas, cada una con un diferente tono de rojo que la mismísima Afrodita había elaborado, y cada una con un diferente olor a maravilla que quién sabe qué Dios les otorgó.

Pero su misma hermosura las llevó al maldito día en que el Dios Apolo, al fijar su vista en la tierra de los hombres, deslumbrado por las rosas, irracional y caprichoso, les ordenó que sirvieran de adorno en sus aposentos del Olimpo. Las rosas se negaron a abandonar el camino de los hombres, se negaron a pasar sus vidas al lado de un Dios voluble y vano. Enfurecido, el Dios Apolo las maldijo a llevar eternamente en su largo tallo, espinas duras, punzantes y dolorosas con el fin de que ningún hombre pudiera quedarse con ellas.

Allí, en el camino, quedaron las rosas esperando, día tras día, año tras año, esperando...

Atrajo un día su perfume embriagador a tres caminantes. Cada uno de ellos quedó embelesado por una de las tres rosas. Uno eligió la de tono más carmesí, otro la más púrpura y el tercero la más rúbea. Suspendieron su camino, se detuvieron ante las rosas e impetuosos alargaron sus manos e intentaron agarrarlas, sin temor a las espinas, pues en todo su caminar jamás habían visto flores tan primorosas y exquisitas. El primer pinchazo que recibieron los puso alerta, pero no desistieron y siguieron intentando quedarse con la rosa elegida. En sus intentos pretendían que las rosas se desprendieran de sus espinas, sin saber que ellas nada podían hacer por deshacer el maleficio.

Cuenta la leyenda que hasta llegaron a sangrarles las manos de tantas veces que presos del amor que les profesaban las abrazaron y besaron.

Pero al final, siendo como eran hombres y no dioses decidieron que no valía la pena pincharse tanto, sufrir por el dolor punzante de las espinas y así fue como echándoles la culpa a las rosas por no haber conseguido desprenderse de las espinas, se alejaron por el camino, las dejaron solas. Dicen que ni una sola vez miraron atrás.

Proclaman los historiadores, que dos de las rosas al ver alejarse a sus hombres, aún presas del dolor y heridas se irguieron orgullosas hacia el cielo y desplegaron sus encantos, y más pétalos surgieron alrededor de sus capullos y más hermosas quedaron para el asombro de los caminantes. Cuentan sin embargo que la otra rosa tanto lloró que perdió uno a uno sus pétalos de tan ajados que quedaron por las lágrimas, y que al final sólo le quedó un tallo espinoso, vacío de color y aromas.

Pero eso es lo que cuenta la leyenda. Porque a ciencia cierta nadie lo sabe, pues nadie nunca más las vio. Sólo si paseas por el camino te encuentras muy de vez en cuando pétalos encarnados pero ya raídos, sin brillo ni aroma a los que va arrastrando el viento como a hojas de papel sin rumbo ni destino.

viernes, 1 de febrero de 2008

La voz de House



Ya he visto la cuarta temporada de House en versión original. ¿Qué puedo decir? Pues que, como siempre, me ha dejado embelesada. Pero además he observado que su voz en inglés es todavía más seductora que su doblaje al castellano. Tanto me ha gustado que he decido volver a ver todos los capítulos de todas las temporadas con su verdadera y seductora voz.


Lo mismo me ha pasado con Wilson, al que hasta ahora atribuía esa voz de bobalicón que le han asignado en el doblaje. Su voz en original es mucho más grave, y su tonalidad más erudita y perspicaz. Ahora lo admiro más que antes, porque ahora lo veo como esa persona culta e inteligente que House querría como amigo.


Hasta Cuddy, Chase, Foreman y Cameron tienen una voz más acorde con sus personajes en inglés que en castellano.


Y no digamos la voz de los nuevos aspirantes a colaboradores que incorpora esta cuarta temporada. Es increíble la diferencia que hay de un idioma al otro. Aunque gracias a Dios se han respetado los apodos que House les otorga: Trece, Zorra implacable, Buen amor, etc. Es indignante la voz entontecida que se les asigna. Sobre todo a Kutner y a Trece, que aparte de embobada y anodina es completamente atonal. ¡Por Dios! Si parece que en vez de un diagnóstico diferencial estén recitando la lista de los reyes Godos.


De hecho, estoy segura de que si House oye a Trece o a Seis – luego Nueve - con la voz aniñada y carente de inflexiones que tienen en la versión doblada, los habría despedido al momento. Un hombre como House no habría podido soportar semejante insipidez. Es más, creo que los habría despedido a todos el primer día y habría llamado para formar su equipo de diagnosis tan sólo al doctor Proper.