viernes, 24 de octubre de 2008

La melancolía está infravalorada





Hace un tiempo escribí un post en el que afirmaba que la vida está sobrevalorada.


Ayer mi amado House me hizo reflexionar cuando con su cara inexpresiva y su tono neutro me dijo – bueno se lo dijo a Trece, pero ¿qué os hace pensar que en mi mundo imaginario no soy Trece cuando me conviene, o Cady, o Cameron? Pues claro. Eso sí, la mayoría de las veces sólo soy la fiel amante que orgullosa y feliz lo espera en su apartamento, porque cuando empieza a ponerse borde no me apetece ser el flanco de su artillería pesada –


House: ¿Creías que podías cambiar algo?
Siberia: Casi muere por ese trabajo. Sí, yo creí…
House: Casi morir no cambia nada. Morir lo cambia todo.


A raíz de esta conversación que mantenemos me pongo a pensar y sin llegar a borrar de un plumazo en lo que creo, sí me planteo esta realidad que me hace comprender a House pues mi mente repasa casos conocidos, todos cuantos se le parecen y todos ellos se dibujan ante mí tal y como mi amor platónico me asegura.
Sobre todo me viene a la mente lo que no hace ni doce horas me contaron de una joven que estuvo prácticamente en el otro lado, con mucha más muerte que vida, pero a fuerza de tratamientos de choque de médicos y personal sanitario pudo volver a este mundo que por poco pierde. Y todo ¿para qué? Para que después de una brevísima extancia en el hospital y bastante antes de que estuviese del todo recuperada se la llevaran de nuevo a vivir la misma vida y que todo, absolutamente todo, siguiera igual .
No hubo compasión para ella, ni relax, ni descanso, ni tregua. No tuvo ninguna clase de alivio, ni mejoró el trato que recibía de quien mal la quería. Siguió igual todo a pesar de todas las molestias penosas que sufrió hasta su total recuperación. Y siguieron martirizándola, siguieron amargándole la vida, continuaron con esa tortura diaria y continua mientras ella se preguntaba el porqué sin saber que no hay respuesta para la maldad. ¡Qué distinto habría sido si hubiese muerto! Entonces sí, y de qué manera drástica habrían cambiado las cosas. Entonces sí que alguien hubiese pagado la perversidad que ejerció sobre ella, entonces sí habría dejado de sufrir la joven y de penar llorando sus días y sus noches.

Y es que casi morir en nada cambia las cosas de alrededor, en nada. Ahora lo sé, ahora lo veo.

Así, que si alguien piensa que por estar cerca de la muerte, por rozarla o avistarla a su vera, algo se transformará en su vida, que se olvide, pues no pasará. Absolutamente todo seguirá igual que estaba, ya sea bueno, malo, regular o pésimo.

Claro que de lo que yo quería hablar era de la melancolía que hoy Gaucho me comenta con cierto pesar, quizás hasta con un poco de compasión, y sobre todo mucha estima. Y entonces es cuando me doy cuenta que la melancolía está infravalorada. ¿Acaso es tan malo tener unos momentos de añoranza?, ¿Es peor la nostalgia que la tristeza, la desdicha, la desgracia o la amargura? Después de lo que acabo de narrar, yo creo que está claro que no.

Es posible que en ese futuro que ya comienza, la raza humana se convierta en una especie humano-androide robótico dónde sólo tengamos el chip de un anodino estado sentimental insubstancial, es decir, nada. O bien podemos dejar que neurólogos y psiquiatras ya que también en procedimientos médicos se avanza, nos abran los lóbulos frontales para que practiquen lobotomías a diestro y siniestro hasta dejarnos seco el noventa por ciento del cerebro y poder así pasar por la vida con una alegría perpetua que nos lleve a dar saltitos de júbilo y a reír como alienados sea lo que sea lo que nos acontezca. Que se casa un amigo, tú a pegar brincos y dar palmaditas en la espalda, que te abandona tu esposa, tú a bailar de alegría por las calles mientras buscas un hotelito barato, que enferma un familiar tú a sonreír de oreja a oreja y a fumarte un buen puro habano con un chupito de aguardiente.

No, no es así, amigos míos. El que anoche estuviese un poco melancólica no tuvo un sentido dañino, ni siquiera perjudicial, pues no fue doloroso, ni sangrante, ni desesperado.

La melancolía es un estado intermedio donde amor y lejanía se juntan y se abrazan.

lunes, 20 de octubre de 2008

Vuelvo con lo que tengo




"La gente tiene lo que tiene; no tiene nada que ver con lo que se merece" - House

Ha vuelto House. Y vuelve como siempre. Tal cual es.

Vuelve diciendo la verdad sin tapujos.

Ha vuelto esta madrugada a mi lado mi amor platónico de ficción. Pura fantasía. Irrealidad completa.

Yo también vuelvo.

Ni fue mi descanso, ni es mi vuelta tal y como pensaba, pues ni en mi descanso pasó cometa alguno con un poco de luz y de esperanza, ni vuelvo nueva, radiante, renovada...

Simplemente vuelvo y vuelvo al igual que vuelve House, tal y como soy.






jueves, 16 de octubre de 2008

Yo no tengo culpa de que seáis tan fantásticos



Me voy a tomar unos días de descanso total. Incluso de este blog, de los otros dos y de los vuestros.

Serán como esas vacaciones que no he tenido este año sólo que en vez de cenas a luz de la luna, brisas y agua rodeando mi cuerpo desnudo, habrá un sofá, una mantita y muchos cafés y muchos mates en pomelo.

Tampoco habrán libros, ni gente con la que hablar y reír. Pero tendré ese descanso que tanto necesito para liberar mis sentimientos. Tendré esa soledad completa que me da igual si es buena o mala pero quiero.

Pero no podía irme sin decíroslo. Sois estupendos todos. No os merecéis que me aparte de vosotros sin siquiera una explicación. Y de eso ¡vive Dios que no puede nadie echarme la culpa!

Si hubieseis sido del montón, pues mira, hago lo que me da la gana y punto. Ni explicaciones ni porqués. Me voy y chimpúm. Pero no porque sois buena gente y os debo una explicación aunque sólo se trate de unos días. Es por mí amigos, soy yo la que a pesar de intentarlo, no puede. No soy fuerte y ha llegado un punto en que tengo que desconectar.

Eso sí. Volver, vuelvo. Nunca os he de dejar.

domingo, 12 de octubre de 2008

El juego de Irene



Irene invita a todo el que se anime a un juego que a me ha gustado bastante más que otros que circulan por ahí.

Empezaré escribiendo las preguntas a que se debe contestar en el juego porque yo también invito a aquellos que lo deseen a participar:

1. Nombre del primer post y como llegaste a tener tu blog
2. Primeras personas que te hicieron comentarios en los primeros post!!
3. El o los post que más te gustaron escribir.
4. ¿Cuátas entradas llevas escritas en total?
5. ¿Qué te genera este medio bloggeril ?

Y una vez puestas las reglas, empecemos el juego:

Con esto de tener tres blogs he estado pensando en si me centraba sólo en uno, pero al final he decido que no. Vamos que no discrimino a ninguno, que son como hijos y no se pueden tener preferidos, sería un tanto malvado ¿qué pensarían los otros dos?

Mi primer post fue “Sorpresa y perplejidad” que edité el 19/09/04 después que acabaran de ayudarme con todos los pasos ya que yo no estaba muy puesta que digamos. Pero sí quería probar.

Eso sí, no tenía ni idea de que escribir y así fue de de breve el pobre. Y es que lo único que se me ocurría era el título del blog “Y después vendrá el alba” que le puse en honor a mi libro pero que hace poco cambié – me recordaba esa alba de la que disfruté en su día pero jamás volverá para mí – por “Noche eterna”. Y allí en mi primer, brevísimo e insulso post tuve a mi primer comentarista, Ricardo – tanto ha que ya no me comenta - también se animaron a contestarme Blanca y República en este mi blog que casi por obligación hacia su título – mi libro es de poesía – encaminé cada vez más hacia ella.

Pero cuando ya estaba enganchada a una de las cosas que más me gusta, tanto que aseguro que si me tocara la lotería todo mi tiempo lo dedicaría a leer y escribir – tomando café y mate en pomelo o sin él – fue cuando contemplando que mi blog estaba tan encaminado hacia la poesía que no encajaban en él esas cosas locas, alegres, fantasiosas pero que me apetecía tanto escribir que creé “Arsénico, por compasión” título “dos por uno", como digo yo, ya que aparte de hacer honor a mi película favorita, al añadirle una coma y una exclamación describe medio en broma como me quedo ante hechos de los hombres y de la vida: asombrada hasta tal punto que por favor pido que alguien me dé Arsénico.

En cuanto al post con el que más disfruté no es ni mucho menos el que más comentarios tuvo ya que éste último “¿Quién borra el disco duro?” tuvo veinticinco comentarios y el que más me gustó escribir, sólo tuvo dos.

Creí que nunca haría otro, me bastaba y sobraba con estos dos y claro me equivoqué de medio a medio pues un tiempo después y tras una dura sentencia no tuve más remedio que crear “Hace frío en Siberia

Y por último y para acabar el juego sólo comentar que mis blogs son el grato placer de escribir sabiendo que alguien –mucha mala suerte sería si no – te leerá y no pasará como en todos esos cuadernos que tengo escritos a mano y guardados en su cajón correspondiente – los que me conocen ya sabrán que soy muy ordenada - Pero sobre todo, a pesar de no creerlo en un principio – vamos me hubiera dado un ataque de risa si alguien me lo hubiera asegurado -, mis blogs me han regalado la mágica experiencia de conocer a gente fantástica. Gente que jamás habría conocido de no ser por mis blogs, gente bondadosa, amable, dulce, romántica, simpática, alegre...
Gente que a pesar de no conocerla personalmente, he llegado a querer.
Y eso, esa amistad que he hecho con algunos de vosotros, eso no tiene precio.

viernes, 10 de octubre de 2008

Caballeros de oxidada armadura




"La realidad: caballeros de armadura oxidada y damiselas de diadema floja tiene muchas cosas en común, y una de ellas es la poca honestidad de las estratagemas que utilizan para ganarse la atención, el favor o el privilegio del otros."


- En página veintiséis del libro "La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada -


Nueve meses y nueve días llevaba sin poder un libro.

Nueve meses y nueve días en que cada vez que lo intentaba me sucedía lo mismo. Leía la primera página y al ir a pasar la hoja me daba cuenta que no tenía ni idea de lo que había leído. ¿Se hablaba de vampiros, de osos polares, de policías corruptos, de metafísica...? Ni idea. Bueno estoy exagerando un poco, vale, porque por el título sabía que tenía que ir de polis, de aventuras, de ciencia- ficción, etc. – pero si hubiesen cambiado las tapas, yo tan convencida me habría quedado de que el libro iba sobre la migración del el tordo arrocero.

Y es que no tenía nunca ni la más remota idea de qué había leído. Era como haber contemplado una hoja en blanco.

Con el primer libro que me pasó, estúpidamente pensé que debía ser culpa del relato en sí, “un texto que no atrapa” pensé tontamente, pues alguien que por leer se ha leído desde “La guerra del Peloponeso” hasta “Ulises” de James Joyce me da a mí que va a ser raro que haya algún libro del que no sea capaz de captar absolutamente nada.

Así que pasé a coger el segundo libro, pero pasó lo mismo al igual que con el tercero. Me di cuenta entonces que no era cuestión de libros buenos, malos o regulares. Era yo, era mi mente que me la estaba jugando. Por alguna razón una de mis pasiones favoritas, mi subconsciente o mi mente o sólo una parte de ella – yo qué sé, a mí que me registren -, había decidido por su cuenta y riesgo arrebatármela.

Yo no desistí, seguí mi lucha por conseguir recuperar lo perdido. Siempre que me regalaban un libro yo lo intentaba, y si no había regalo cogía uno tras otro de mi biblioteca – todavía me quedan muchos por leer - y con él me bajaba a la cafetería de Dani, bien tempranito para como tantas y tantas veces hice, leer media horita con mis dos cafés. Pero no funcionaba. Nunca funcionaba.

Tampoco quiero castigar duramente a mi mente por semejante perversidad, pues quizá conmovida por mi tristeza y mis angustias, sí me dejó, benévola, que pudiera leer los blogs de mis amigos. Y como para mi suerte son fantásticos, tampoco se puede decir que haya sufrido en exceso, pues en ellos, mis blogs favoritos, leí magnífica poesía, relatos excelentes, pensamientos interesantes, anécdotas graciosas, pasajes divertidos, historias curiosas, etc. No, no puedo reñir en demasía a mi absurdo subconsciente porque algo de piedad tuvo conmigo. Ya quisiera yo que cierta gente hubiese tenido ese mínimo de misericordia.

Pero así y todo no podía evitar añorar esos ratos en el sofá o en la cama, con mi café, ahora también con mi mate- gracias Martín -, con un libro en la mano, la luz directa sobre la página, leer, pasar hoja tras hoja, acariciar la cubierta de cartón y al entrar el sueño o bien hacerse tarde, dejar despacio y con mimo, como tesoro, el libro en la mesilla.

Ayer por la noche una mujer que sólo era conocida y a la que consideraba buena chica, pero nada más, se sentó a mi lado y me preguntó algo normal para ella imagino, pero para mí tan duro, tan irreal, que nunca cuento, y yo que no sé mentir, aún no queriendo hablar del tema, me vi obligada a contarle la verdad. Pero ella no huyó, no se marchó con un ¡oh! U otra estupidez parecida, ella se mostró tan amable y compresiva que sin darme cuenta le conté alguna de mis congojas. Ella me escuchó, me animó y me ofreció su amistad que acepté al momento pues tantas veces vi como los llamados amigos se marchaban, se evaporaban, por estos los malos vientos, de mi lado, que ella, esta mujer noble, a la fuerza debía ser muy especial. No la quise dejarla escapar.

Fue entonces, entre ánimo y ánimo, entre palabra y palabra, cuando cogió el libro que estaba leyendo y que para hablar conmigo había alejado a un rincón de la mesa, y me lo ofreció. Sin saber – no le conté todos mis fracasos – que no podía leer libros.

- Cuando lo acabes me lo dejas - le sugerí.
- No, ahora. Te ayudará, ya verás. Te lo llevas ahora, hoy. Ya lo acabaré de leer cuando tú lo termines.

No supe que decir. Acepté el libro y le di las gracias con un abrazo.

A mi casa llegué contenta por la nueva amiga, que tantas cosas gratas me había dicho, pero ni siquiera intenté abrir el libro.

Tampoco esta mañana, tan segura estaba que no podría leer.

Pero esta tarde, sentada en mi sofá – hoy es fiesta en mi comunidad- cogí mi mate en pomelo y abrí el libro. Leí la primera página y asombrada comprobé que lo había asimilado. Pasé página todavía escéptica pero la leí, y la tercera, la cuarta... Estoy en la página veintiséis.

Y dejo el libro porque tengo que lanzar mi grito de alegría al mundo.

¡Vuelvo a poder leer!

Gracias Lorena, aunque sé que nunca leerás este post. Ni siquiera sabes qué es un blog. Ni siquiera te manejas en internet. Pero sabes de amistad y te manejas muy bien con el afecto y el cariño.

domingo, 5 de octubre de 2008

Miénteme amor, miénteme



No soporto a los mentirosos.

Y para esto no se me ocurre nada gracioso con que acompañar y dulcificar con jocosidad tal pensamiento. Si supiera odiar, sería a ellos a quienes odiaría sin duda alguna.

Me he pasado la vida diciéndoles a mis amigos y a mis amores, que nunca me mintieran, fuera lo que fuera, me doliera mucho o poco, fuera grato o triste, simple o complicado, bondadoso o atroz, y de nada sirvió.

Los que han sido y son sinceros conmigo es que lo fueron siempre, y los que la mentira llevaban dentro como una garrapata infecciosa que seguro mi admirado House les encontraría entre los pelillos de sus partes pudientes y con las pinzas extraería y mostraría con su sonrisa cínica a los allegados y familiares, ya cabreados, poco antes de que el paciente en cuestión la palmara, me mintieron vez tras vez haciendo caso omiso a mis peticiones, a mis ruegos, a mi única exigencia, mi única petición de amor y compromiso.

No importa qué les argumente, ni cómo, ni porqué. No importa que les explique lo importante que es para mí, ni que les haya dicho hasta la saciedad que por mucho que duela una verdad, jamás será un pesar tan inmenso como el que se sufre al saber lo mismo – tarde o temprano siempre se sabe – y encima comprobar que se pasaron por el forro tus demandas y te mintieron faltando a su promesa, pues tal es el daño que me han hecho con falacias que para poder continuar sin mirar atrás he tenido que pedir - a veces no ha hecho falta de tal tristeza que notaron en mí y salió de ellos -, una promesa.

Y parece que no importe. Impasibles se quedan contemplando que además del dolor por lo al fin sé, me veo a mí misma como una mujer engallada, humillada, burlada e infravalorada. ¿Acaso no ven que ese embuste que podían haberse ahorrado, con el paso del tiempo, por mi seguridad en sus palabras, con mi inocencia quizás estúpida, con esa falsedad que a la fuerza se tuvo que exponer con argucia, con mala intención y hasta yo diría que perversidad, se convierte en traición?

Y ¿hay algo peor que tu amor, tu amigo o la persona a la que quieres tanto te traicione? Para mí no. No hay nada peor que la traición de un amigo y no digamos la de un amor. Preferiría que me clavasen un puñal en la espalda. Al menos moría rápido y sin casi enterarme, y no así sufriendo durante meses el dolor insoportable que provoca un alma humillada y vencida, unas entrañas esgarradas y laceradas y un corazón roto, hecho añicos, un corazón para tirar a la basura.